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11 Agua

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Rufina-Tomoyo's avatar
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Una gran preocupación había estado en las mentes de los astrónomos sacerdotes. Desde los tiempos de la última reina, se habían hecho observaciones en el cielo que no correspondían a los ciclos marcados por el calendario.  Ella misma se percató y trató de ordenar el asunto.  Pero las apremiantes necesidades en la tierra no daban tiempo para pensar en las convulsiones celestes. Aquello fue olvidado.

Ahora eran tiempos de paz. Las guerras se habían terminado; por lo menos en entre el País de las Nubes y sus vecinos. En esta coyuntura, el  calendario podía –y debía- ser corregido. Pero ¿cómo hacerlo sin alterar demasiado el devenir del mismo? El tiempo no era una abstracción, sino un ente vivo que fluía y se rejuvenecía con un constante retorno. De ahí que las fechas tengan implicaciones mucho más profundas y los cambios no se deban hacer a la ligera.

Pero nada de esto preocupaba al anciano sentado al sol de su jardín aquella mañana. Muy probablemente porque ya no estaba al corriente de las cosas.

Ahí estaban con él sus nietos, ya a punto de dejar la infancia: Máscara de Oro, Bella Quetzal, Búho Azul, Flor de Maíz, y los otros dos. De los más jóvenes, nunca se pudo aprender sus nombres. En verdad, las cosas nuevas se le iban de la mente y tenía que pedir orientación constantemente.

-¿Qué año es este, pequeña? – preguntó a su nieta la mayor con la voz ronca.

-11 Agua, abuelo- le respondió Bella Quetzal.- Agua, como en tu nombre-. A ella le habían encomendado el cuidado del viejo. Prometía ser una muchacha hermosa y prudente cuando creciera.

-Pero… sólo hay años Casa, Conejo, Caña y Pedernal- le respondió, extrañado. -¿Qué no te enseñan en la escuela?

-Ya no, abuelo. Cambiaron la cuenta de los años. Ahora los años son Lagartija, Agua, Jaguar y Lluvia- le explicó por tercera o cuarta vez.

Era ella paciente y respetuosa de su mayor. En contraparte, era la nieta favorita de aquél hombre; en su último cumpleaños, le había regalado un pequeño anillo de ámbar que ella siempre llevaba en el meñique izquierdo.

La resistencia al nuevo cómputo no era exclusiva de los ancianos. Su adopción no fue tan uniforme como se hubiera deseado. Hubo muchas discusiones, altercados y conatos de violencia. Pero desde el principio se pensó que aquella reforma debía ser ajena a la política. El tiempo era algo más grande que los reinos y señoríos.

Un año antes, hasta el País de las Nubes se convocaron a todos los pueblos civilizados y bárbaros que contaban el tiempo. Se acordaron treguas y salvoconductos,  respetando vida e integridad de los que fueran; porque era algo que competía a todos. Los sabios de los cuatro rumbos se reunieron en el asiento de Danibaá, en el País de las Nubes.

Cada mañana, ellos llevaban ofrendas a los diversos templos de la ciudad, y luego se dedicaban al trabajo. Hubo comparativas de archivos, observaciones directas, correlaciones, cálculos y recálculos.  Se usó también una cuenta diferente que no involucraba a los dos calendarios, civil y sagrado. La llamada Cuenta Larga sirvió útilmente como punto de referencia.

Al final se acordó iniciar el próximo año cuatro días antes; con el respectivo cambio en la denominación. Así que el Año que debía ser 1 Caña sería ahora el Año 10 Lagartija. Los sabios tendrían sus motivos para hacerlo, pues a la gente común no le parecía lógico. Ellos insistieron que los astros del cielo les daban la razón; y eso era cierto.

A toda prisa se hizo una ceremonia especial para atar el tiempo nuevamente. Todos los objetos viejos de la ciudad fueron reemplazados con otros nuevos. Todos lavaron las casas y las construcciones. Se erigió un monumento tallado en piedra que conmemoraba aquél hecho; el primero en Danibáa en muchos años que no hacía referencia a vencedores ni vencidos. Un auténtico hito de colaboración y paz.

Máscara de Jade, sacerdotisa de la Señora del Monte, fue partícipe de aquél evento. Se había dedicado minuciosamente a escudriñar los astros, y su aportación fue valiosa. Ella misma llevó aquellas noticias y la decisión de modificar el calendario al País del Añil, su tierra natal.

El viejo parecía recordar esa parte de los eventos recientes, aunque obviamente no los detalles. Sabía que su hija había partido a esa ciudad que tanto detestaba, a pesar de su petición de que no fuera. Pero sus palabras eran ahora los consejos de un padre tan amoroso como despistado, y ya no más la ley que debía ser acatada.

Habían pasado ya cinco años desde que él dejara de ser el señor del País del Añil. Búho Lanzadardos, su hijo mayor, se había hecho cargo del poder. Normalmente, el  cargo se consideraba vitalicio; pero él renunció a esa triple investidura que conjuntaba el gobierno civil, el sacerdocio y el mando militar. Era algo que ya era obviamente superior a sus fuerzas, y lejano de la paz y descanso deseados por él sobre todo.

Fue una decisión extraña en verdad, pero así se hizo. Desde entonces se dedicó a pasear por los jardines, bajo la atenta mirada de su nieta. La misma que le recordaba de cuando en vez que el tiempo se contaba de otra manera cuando le volvía a preguntar.

Conforme pasó el tiempo, se le fueron perdiendo en la memoria más cosas. Olvidó incluso el nombre de su querida nieta. La llamaba equivocadamente Pluma de Quetzal. Y a menudo divagaba en su mente los eventos de su larga y agitada vida. Había logrado mucho durante su tiempo; también fueron sonados sus fracasos y errores. Había probado los sinsabores más amargos, pero sus últimos días fueron plenos.

Máscara de Agua, antiguo señor del País del Añil, enemigo jurado de la reina Flor de Ámbar de Danibaá, falleció durante su sueño en el año 11 Agua. Fue sepultado en una tumba que mandó construir tiempo atrás en lo que fuera el País del Jade.
(Story in Spanish)

El título debía ser Año 11 Agua, pero no lo puse por cuestión de la cacofonía.
© 2014 - 2024 Rufina-Tomoyo
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Lily-de-Wakabayashi's avatar
Bueno, esperaba que escribieras algo sobre lo que pasó con Máscara de Agua después de la muerte de Ocho Venado. En cierto modo, es bueno saber que terminó su vida de una manera relativamente pacífica y agradable, aunque perdido entre los fantasmas de su pasado, navegando en sus recuerdos. Quizás, en el Más Allá, o donde quiera que se encuentre, Pluma de Quetzal le habrá dado la bienvenida.

Creo que al final me encariñé un poco con él, a pesar de lo baboso imprudente que fue para algunas cosas, pero era un personaje recurrente que nos supo llevar por los cambios que sufrió su propio pueblo y los reinos vecinos. Pero supongo que, aún para un gato como él, en algún momento se le tenían que acabar las nueve vidas.