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Akitz

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Rufina-Tomoyo's avatar
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Akitz había buscado la mariposa más grande para dársela a su mamá Mik. La quería mucho porque ella era quien la cuidaba. En las mañanas, la lavaba y peinaba su cabello. Ella le daba leche y pedacitos de masa para que comiera. La arrullaba junto a sus hermanos y les contaba historias. En suma, le daba todas las cosas buenas que había tenido en la vida.

Con su frágil tesoro entre las manos, llegó corriendo a casa. Normalmente Haxmik cocinaba en un fogón a la intemperie y esperaba encontrarla ahí. Pero no vio a nadie afuera. Así que entró a la habitación única que conformaba su hogar, donde se refugiaba su familia por las noches.

En la sombra de la choza, sus ojos alcanzaron a distinguir a dos figuras en una hamaca. Eran su papá y su mamá Mik, desnudos y jadeantes. Oyó gemidos y palabras desconocidas.
Akitz se quedó de pie frente a ellos. Con su acostumbrado silencio, pasaron varios minutos antes de que ellos se percataran su presencia.

Azorada, cubriéndose como podía, Haxmik sólo atino a señalarle la puerta mientras gritaba:
-¡Vete, estúpida!-

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Haxmik empezó a discutir con el padre de la niña. Él le reclamaba que no debió haber sido tan brusca, ni llamarla así. Ella lo consideraba culpable de la embarazosa situación en primer lugar. La discusión entre ellos se prolongó con recriminaciones de los errores pasados de ambos. Y Akitz siempre estaba vinculada de una o de otra forma.

A veces, a Haxmik le pesaban las promesas que le había hecho a la madre de la niña, antes que partiera a la Región del Misterio. Pero no podía dejar de sentirse responsable por ella. No después de la parte de culpa que tuvo en su triste historia. Había cumplido lo prometido, con una excepción.

Quería que esa niña tuviera una vida más afortunada, y le dio un nombre nuevo.
-Pobrecita Akitz- suspiró una vez sola, pospuesta la pelea.  -Lo más probable es que no se haya dado cuenta de nada.

Durante mucho tiempo parecía que sería una niña normal y feliz. La que no hacía ruido, la que dejaba trabajar en paz. Con el inquieto Len y su nuevo embarazo, Haxmik se sentía afortunada de que esa pequeñita que no requería atención extra.

Pero poco después, su quietud se tornó extrañamente anormal. Tendría tres años cuando apenas empezó a caminar; y seguía teniendo el paso torpe. Balbuceaba y no decía muchas palabras. Cansada de tanto limpiarla, Haxmik terminó por dejarle usar pañales a su antojo.

Haxmik siempre había buscado cariño. Ella alguna vez había deseado en su fuero interno que sus hijos nunca crecieran, para que ella pudiera siempre cuidarlos y ser su madre. Para que nunca pudieran dejarla ni negarle afecto. Con Akitz, así ocurrió.

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Akitz había estado triste todo el día, escondida en los arbustos. Aquella blanca y bella mariposa se había estropeado en su carrera. No entendía porque su mamá Mik estaba tan furiosa con ella. Era la primera vez que le había gritado tanto. Tenía miedo.

Lloraba sin ruido y con hipo, guardando su tristeza para sí. Aquella niña era idéntica a su primera madre en casi todo. Haxmik la descubrió inmóvil como una piedra, encogida sobre sí misma.

Haxmik no sabía qué decirle. Akitz no sabía qué hacer. Así que las dos se sentaron una junto a la otra, y estuvieron en silencio.

-Akitz- comenzó pausadamente la mujer- hay veces que los adultos se besan y se tocan cuando se quieren, pero es algo privado…

Sin embargo, la niña no mostraba interés, ni parecía reaccionar. Haxmik decidió dejar para otra ocasión esa charla. Después de un rato, prosiguió.

-No te volveré a asustar de ese modo. Tienes que aprender algunas cosas, pero ya no te gritaré.

Finalmente se hizo entender cuando acarició lentamente la cabeza de la niña y le dijo simplemente -Te quiero mucho-.

-Mamá- dijo ella solamente, y se aferró a Haxmik, berreando hasta sosegarse.

Haxmik cortó una ramita de la que pendía una crisálida. Se la puso en la mano a la niña, ahora curiosa.

- Si cuidas bien este capullito, verás cómo pronto sale una mariposa. Te la regalo, Akitz-.
(Story in Spanish)
© 2013 - 2024 Rufina-Tomoyo
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Lily-de-Wakabayashi's avatar
Algo que me gusta de una historia es que aborden las cuestiones de manera real y sin darle vueltas al asunto, con temas que son comunes en nuestra tierra. Es lo que puedo ver en escritores como los fallecidos Carlos Fuentes y Luis Spota (al que no sé si conozcas), y que también veo en ti. Esa escena que describes de la niña cachando a sus padres teniendo sexo es algo que seguramente les ha de haber pasado a muchos niños de esas familias que viven en una sola habitación. Es casi inevitable, después de todo.