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La Novia del Dragon

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Rufina-Tomoyo's avatar
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Iniciaba el cambio de estación con la caída de las hojas de los árboles, y el bosque de vivos naranjas se convertía en un montón de troncos desnudos. Los días se hacían progresivamente más cortos. La luna y las estrellas dominaban el cielo, indicando con señales el cambio. Y ella veía el cambio en su cuerpo y su alma.

Al iniciar el marchitamiento general, las aves, grandes y pequeñas, huían al sur en grandes bandadas. Algunas podían ser abatidas y saladas durante este trance; pero lo que se extrañaban eran sus cantos en las arboledas. Las pequeñas bestias y las alimañas se ocultarían profundamente en sus escondrijos. Los ciervos se apiñarían en grandes rebaños, acechados por los lobos y leopardos hambrientos.

Para los hombres, el trabajo se acumulaba. El arroz, que era caro y venía del sur ya estaba guardado celosamente en cestos. El trigo, que se había sembrado cuando el verano iniciaba, ahora era cosechado con premura. Pero ambos granos por igual eran protegidos en graneros en el corazón de la aldea. Las reservas debían durar hasta que la nieve se fundiera, y de ahí vendrían las semillas de la próxima siembra. Había años de prosperidad, y años de hambre, pero nadie dejaría de sembrar mientras hubiera una esperanza de cosecha.

Los hombres realizaban todo el trabajo al exterior. Las mujeres  dejaban de buscar frutos silvestres y se dedicaban entonces a tejer y remendar la ropa gruesa para el frío. Con la estación, bajaban vientos del norte que traían nieve y granizo. Los carámbanos se acumularían en los techos y si no se limpiaban, los harían caer con estrépito. El silbido del viento y el aullido de los lobos salvajes  hablarían de peligro al oído. Algunos hablaban de demonios y espectros cuyas voces se oían en el crepitar de los leños ardientes.

El invierno había llegado; y en ese tiempo y lugar era un signo de muerte. Todos en su interior se preguntaban sobre sí verían las primeras flores de la próxima temporada o les esperaba una tumba blanca marcada con una piedra. A la nieve se le consideraba hermosa, pero también un aviso de escasez y marchitamiento, tal vez por ello más fascinante.

Pero para ella, era algo diferente. Más que la oportunidad de comer nieve a bocados cuando nadie la veía. Más que el dejar de trabajar en los campos porque nadie podía salir. Era más importante que probar por fin la carne que ella misma había preparado durante el año. O usar la ropa acolchada que a su gusto era la más elegante. Aunque se deleitaría con las historias que se contaban de boca en boca a la orilla de la chimenea, no pensaba en ello.

El día más corto del año, Tomoyo cumpliría catorce años y sería por fin una mujer. Tendría derecho a ver su suerte en las grietas de un hueso que ella misma colocara en el fuego.
En verdad, no podría decir si era el día exacto. Pero los años de ella siempre los había contado desde esa fecha, así lo hacían todos.  Había llegado en un día de invierno, que pudo bien haber sido el último.

La anciana, el destino según otros, decidió que no sería así. Ella la tomó y la cuidó para que creciera. Aunque ya no estuviera ella en cuerpo, Tomoyo le agradecía siempre y le hablaba, como hablaba con los espíritus del bosque, y le pedía consejo como a su madre, con quien la confundía, y la honraba como al padre que apenas recordaba. Y sin duda, cuando extendiera el hueso para que la llama lo agrietara, sentiría su fuerza en el brazo para ayudarla a sostenerlo. Pero no tenía idea que lo que revelaría su suerte.

El sol erraba en el cielo del sur, indicando el día. Todos se habían reunido en la cabaña del jefe de la aldea, donde el ritual ocurriría. En verdad Tomoyo era poco apreciada, pero todos querían saber qué le deparaba el destino. Alguien como ella, tan diferente, venida de un lugar tan lejano. Y no faltaba quien decía que la propia chica era pálida y bella  como la nieve que se acumulaba en el suelo.

El cabello de Tomoyo era de un color no tan oscuro, quizá sombra de gris. Caía con gracia formando bucles y ondas en las puntas. Lo había dejado crecer durante toda la vida; en esa época le llegaba el cabello a las rodillas, salvo al frente donde ella se había cortado el fleco con cuchillo. Era distinto al cabello negro, delgado y liso de las mujeres de la aldea. Ella lo ataba con una banda roja cuando trabajaba, pero le gustaba soltarlo cuando se peinaba. Sobre todo en ocasiones especiales como aquella.

Sin prisa pero sin demora, ella entró. La sala común había sido construida desde varias generaciones atrás. Era una estructura de madera orientada hacia los puntos cardinales, con tejado curvado y recubierto de tejas verdes. Tenía dos muros sólidos y dos muros abiertos, que se cubrían con las puertas de papel. Al centro, en un hueco que se había dejado a propósito en entre las planchas del suelo, ardía un poco de fuego.

Un cántaro a su lado estaba lleno de huesos de ciervo, de cerdo lanudo y jabalí. Tomoyo tenía que escoger uno y sostenerlo en el fuego encendido en el fogón ante la vista de todos. El calor haría que el hueso se fracturara, formando finas líneas que el adivino de su aldea leería.

Tras estudiar el contenido del cántaro, se decidió y colocó su mano en lo que era una paletilla de un corzo: hueso plano de bordes suaves y color marfil. Lo contempló un tiempo, como tratando de adivinar qué le diría. Los susurros se habían acallado por completo, y la gente estaba a la expectativa.

Con una seguridad aparente, colocó el hueso sobre la llama. Al principio, el color claro de la paletilla pasó a mancharse de negro, y casi de inmediato se partió con un chasquido estremecedor. Tomoyo se asustó al sentir que se le quemaba la mano y arrojó el hueso al suelo. Hubiera sido recriminada por aquél sacrilegio, pero en ese momento nadie lo hizo.

Los presentes podían ver marcado claramente en el hueso que la vida de Tomoyo estaba vinculada a un monstruo del mundo antiguo. Uno de aquellos seres, hijos de las tormentas que residían más allá del tenebroso mar del Oeste.

Habían encontrado a la novia del Dragón.
(Story in Spanish)

Se trata de una revisión de un cuento antiguo.
© 2015 - 2024 Rufina-Tomoyo
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Lily-de-Wakabayashi's avatar
Curioso que antes se consideraba que a los 14 ya eras "toda una mujer". Bueno, todavía pasa, pero antes era más marcado considerando que a esa edad era normal que tuvieras tu primer hijo. Aterrador...

¿Habrá continuación? Quisiera saber qué sigue después :la: