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Luk (III)

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Quizá habían pasado más de quince años. Meelen estuvo al servicio de la temida Bruja del río y logró huir –en apariencia-, Haxmik había parido a su niño y concebido otra vez y Bolin ya no salía más de su casa aunque seguía velando por Akitz. Parecía que sólo Neeluk en sus pequeños quehaceres, se había conservado este tiempo sin moverse, pasiva según ella. Para Meelen, era la posibilidad de quedarse en tiempos más felices.

-¿Cómo sigue mi hermana?
-Bien. Ya está a tres meses de tener a la criatura. Y ya no come tierra a escondidas.
-Estoy segura que será un niño. Espero que nazca en un día bueno, uno muy afortunado.

Meelen pensó en un momento en el tono triste con el que lo dijo. No había peligro de que el bebé naciera en los días vanos . Pero era algo más profundo e íntimo.

-Gracias-. Y tomó otro sorbo de agua, decidiendo no tocar el tema otra vez.

Así, comenzaron a hablar de la próxima temporada de aguas, de las milpas primeras que estaban para darse. Muy pronto tendrían que ofrendar a los Señores de la Lluvia y a la Señora del Monte por los favores recibidos. Además de las primicias, había que dar algo valioso.

A falta de otra cosa, ambos acostumbraban punzarse la carne para sangrarse y ofrendar vida a cambio de vida. Sangre para los dioses.

- Mi hijo Len empezará a ofrendar sangre este año-.
-¿No crees que aún es muy pequeño?- se extrañó Neeluk. – Me parece que aún no está obligado-.
-Tiene que dar el buen ejemplo. Como tú lo dabas.

Neeluk era la hermana mayor. A ella le tocó llegar de una tierra seca y lejana con su madre. Haxmik nació junto al río, al igual que Meelen y Bolin. Ella siempre organizaba los juegos entre ellos, y era el ejemplo a seguir para todos. Pero al crecer mucho antes, se había vuelto silenciosa y seria. Ya no se bañaba con ellos cuando ocultaba sus involuntarios sangrados, y también para que las niñas no se burlaran de sus pechos enormes. Ya no disfrutaba las mismas cosas. Se alejó, tan imperceptiblemente que ni ella misma se dio cuenta.

-No creo que fuera ejemplo para nadie. Sólo hacía lo que debía hacer- contestó ella, evadiendo la mirada. Decía no merecer el elogio, pero en el fondo sintió la admiración sincera de Meelen.

Al final, llegó la hora del regreso. Neeluk entonces cortó algunos tomates y los puso en la cesta vacía. Eran  para su hermana en agradecimiento a sus atenciones.

También le dio una flor a Meelen.
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