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Moson'iik (II)

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Rufina-Tomoyo's avatar
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No estaba cómoda, por más que debiera descansar. Después de arrullar a Akitz y a Kumih, empezó a tratar de poner orden en las ruinas de la casa de su madre; aunque aquella construcción era ya irrecuperable.

La recién nacida, colgada de la espalda de la madre, empezó a llorar. Haxmik la acomodó, se sacó un pecho y se lo ofreció para calmarla. Recordó cómo tuvo que usar la fuerza para que Kumih y Akitz no se tomaran su leche. Si Meelen no encontraba algo para ella, se secaría sin remedio y sería lo último que la nena probara.

En eso estaba cuando su hijo mayor X’Len se acercó. Él tenía edad para saber que algo muy grave había pasado, y estaba muy intranquilo. Haxmik hizo fuerza de tripas y trató de consolarlo.

-Al menos, ya no tengo que explicarte de donde vienen los bebés- le dijo a X’Len mientras acariciaba el cabello. No podía negar que era su hijo favorito, pues lo había concebido y criado cuando sentía que el amor lo podía todo.

-Tú naciste en esta casa, amor- le siguió diciendo a X’Len. – Eras un bebé muy grande y tardaste mucho en salir de mí. Tu abuelita te recibió entonces.

-¿Y también la tía Luk?

-Sí, también ella- respondió Haxmik con un suspiro.  

-¿Y dónde está ella, mamá?

-No lo sé, X’Len. No lo sé.



Decidieron que no podían permanecer mucho tiempo ahí. No había agua limpia ni mucha comida. El huerto que tan bien atendía Neeluk ahora criaba maleza; unas cuantas hierbas, lagartijas y unos caracoles fueron la comida del día.

-Para nada nos trajiste a tu escondite de depravado - le recriminó Haxmik a su marido mientras apuraba su ración. Aún estaba enojada con Meelen; tanto era su encono contra él que no se percató que fue el único que no probó bocado.

Haxmik se había puesto a pensar qué había sido de su hermana. Calculó que había partido el año anterior. No mucho después de que hubiera confirmado que ella y su marido compartían un goce prohibido. Así como ella alguna vez se había visto furtivamente con Meelen. Ironías de la vida.

Casi podía sentirlo como la venganza de la primera mujer de Meelen, cuya tumba había sido borrada por el lodazal. Ni siquiera en la Región del Misterio había dejado de ser tan rencorosa.

Haxmik sentía la urgencia de partir cuando antes. Estaba segura que el odio que le profesó ella la seguiría nuevamente si se quedaba.

Llevando a cuestas a las tres niñas y al niño de la mano, Haxmik y Meelen avanzaron hacia el noreste, por la única ruta que el agua no había cortado.



Durante el viaje, la recién nacida había mostrado una gran vitalidad. Era como si supiera que ella y su familia se estaban aferrando a la vida tanto como era posible.

La nena aún sin nombre lloraba bastante, contagiando a sus hermanas mayores. Así, gracias a los berridos de sus tres hijas, Haxmik y Meelen se toparon prontamente con compañía. Un encuentro casi dichoso en la desgracia general.

Descubrieron que no eran los únicos que se habían quedado sin hogar.

Una procesión de desheredados y sobrevivientes se había encontrado en un claro relativamente limpio de lodo. Ahí se había improvisado un campamento entre los vecinos. Muchos de ellos conocían al curandero Meelen y lo recibieron con alivio y esperanza.

Con lo pocos medios que pusieron a su alcance, Meelen se esforzó en ayudar a quien lo necesitara. Y muchas veces no podía sino dar consuelo a los que iban a morir y a quienes los despedían.

Triste y cansada como estaba, Haxmik pudo ver que ella había sido afortunada. Más de una mujer había visto a un hijo arrastrado por el agua o perdido por el lodo.

Los refugios que se iban improvisando se llenaban de huérfanos y viudas, de enfermos y hambrientos, a quienes el dolor de perder las posesiones, se sumaba el de perder a un ser querido.



Con sus hijos rodeándola, Haxmik decidió buscar a su hermana entre la multitud mientras oía susurros y maldiciones. Oyó así muchas cosas.

Se decía que varios cerros se habían derrumbado a la vez. Otros hablaban de cómo la selva cubría los aludes en cuestión de horas. Se contaron historias de eventos parecidos en el pasado remoto. Pero sobre todo, se buscaban noticias entre los que se habían separado y guardaban dentro de sí la esperanza del reencuentro.

Y sin embargo, Haxmik buscó a su hermana Neeluk en vano. No le dieron noticias de ella, ni buenas ni malas.

Tenía tantas ganas de verla. Porque a pesar de lo que le había hecho, seguía siendo su única pariente y durante mucho tiempo fueron muy unidas. Tal vez nunca la perdonaría por el pasado, pero no quería quedarse sin intentarlo.  

La congoja y el cansancio la hicieron detenerse al poco tiempo. Además, tenía que resolver el problema de la comida de sus cuatro hijos. Para su buena fortuna, al saberse de que ella era la esposa del curandero que tanto se esforzaba, se le dio ayuda prontamente.

Entretanto, los hombres se habían reunido para deliberar. Era obvio que no podrían permanecer en el improvisado campamento por mucho más. Debían irse, pero no había consenso de a dónde, ni quién los guiaría.
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Lily-de-Wakabayashi's avatar
Ya me dio curiosidad de saber qué le pasó a la hermana.

Y me cae que ser madre es el trabajo más difícil del mundo...