literature

Secreto entre hermanos

Deviation Actions

Rufina-Tomoyo's avatar
Published:
259 Views

Literature Text

Desde la construcción del palacio, viejo como la ciudad misma, se planeó que el dormitorio real sería su recinto más sagrado y protegido. Con cada ampliación y mejora, aquella sección permanecía inmutable por una tradición ancestral.

Para tal fin se había reservado la habitación mejor, con pesadas columnas de soporte que le daban un aire macizo. Artesanos pintaron cada uno de sus muros con murales preciosos. Se hizo más cómodo y acogedor con tapices de pluma y algodón. En el centro, como parte del piso mismo se alzaba una cama de piedra elevada, tallada con hermosura. Para hacerla cómoda, se acolchonaba con suave algodón y pieles. Pero no le importaba.

Era la primera noche que pasaría ahí. Justo donde había visto morir al abuelo que no quería. En un sitio que le daba mala espina, con sus muros gruesos y su media penumbra. Algunas veces le parecía que era más una prisión.

Todos los sirvientes que la acompañaban, tras quemar un poco de copal, se fueron retirando. Hasta que al final sólo quedaron los dos. Él hizo ademán de despedirse, pero no acabó de hacerlo.

-No te vayas, hermanito- le dijo angustiada, aferrándose a su mano. -Yo no quiero dormir sola. No puedo- suplicó.

-Nadie debe acompañarte. Eres la reina ahora- le dijo él. La costumbre así se lo exigía.

-Entonces, te ordeno que te quedes conmigo.



-Tengo miedo. Siempre he tenido mucho miedo- le dijo con una mezcla de angustia y pena.

Así hablaba la dueña de toda la tierra firme rodeada por el infinito mar de aguas sagradas, reina de Danibaá, y la heredera de las luces celestes.

Flor de Ámbar, desde la muerte cruel de su madre, tenía sobresaltos nocturnos. Una y otra vez, revivía los más íntimos detalles de aquél martirio que le obligaron a presenciar. Lo veía de nuevo en el agua. Lo escuchaba otra vez en el aire. Y bajo la oscuridad, era aún peor.

Las sábanas de algodón en que se envolvía quedaban orinadas cada noche. En el día llegaba la humillación y el regaño. Y más miedo y dolor tenía y aquél ciclo empezaba otra vez. Pero lo ocultó siempre bajo una apariencia de ira contra todo y todos. Si ella iba a tener temor, los demás también tendrían que hacerlo.

Menos alguien. Su hermano gemelo, Ocho Venado, ignorante de aquello.

-Pero no tengo miedo cuando estás conmigo- continuó. - No cuando me sujetas la mano y acaricias mi pelo- susurró cuando ella también empezaba a abrazarlo.

Él aceptó quedarse por una noche. Ambos se acomodaron bajo las cobijas, acurrucados. Les parecía recordar que así habían iniciado sus vidas, sintiendo la tibieza y los movimientos del otro. Hasta que ella abandonara primero el vientre materno.

Desde entonces, habían quedado separados, añorando el encuentro. En la seguridad del lecho real empezaron a rememorar los pocos encuentros que habían tenido hasta entonces y que habían  atesorado.

-¿Recuerdas cuando me llamabas tu princesa?

-¿O cuando cambiábamos de ropa y por un momento podíamos ser el otro?

A pesar del tiempo transcurrido, eran casi iguales. Así lo comprobaron con sus manos curiosas y todavía inocentes que empezaron a recorrerse.  Ambos reían por lo bajo, y al final el cansancio los venció.



Ocho Venado tuvo un sueño tranquilo, y esa serenidad había terminado por calmar a su hermana. Él se sentía dichoso de tener por vez primera una cama mullida. La suavidad y el calor de otro cuerpo le produjeron seguridad y un placer que desconocía.

Esa noche Flor de Ámbar no tuvo las pesadillas recurrentes que la habían atormentado desde niña. Podía contar con los dedos de las manos las noches que había dormido tan bien. Y se sentía contenta porque pensaba que sería así siempre.

Sin embargo, no todo fue perfecto. Casi para amanecer, Flor de Ámbar sintió algo tibio y pegajoso en el muslo. Se despertó de forma refleja, empujando levemente a su hermano sin despertarlo.

Flor de Ámbar enrojeció al pensar que ella se había puesto en evidencia ante la persona que más quería. Se palpó instintivamente la entrepierna, pero se encontró completamente seca.

Ella no había sido la que había hecho la mancha amarillenta sobre el algodón de la cama.
© 2014 - 2024 Rufina-Tomoyo
Comments11
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
Lily-de-Wakabayashi's avatar
Bueno, lo de Ocho Venado fue accidental, supongo :XD:

Y quedamos en que la niña ya tenía cierta psicopatía latente, pero las cosas que pasó de niña y adolescente no le ayudaron mucho, precisamente.