XX. Despedida

La noticia de la revuelta se difundió con rapidez. Iban mal armados, sólo con palos y piedras, pero decididos a luchar contra la reina. Muchos de los soldados enviados a combatir a los rebeldes se pasaron a la turba sin dudar.

Mientras todo ardía afuera, tuvieron un último encuentro.

- Fui obligada a hacer muchas cosas que no quería por el equilibrio del mundo, esa era mi misión. No pude elegir. Tú lo sabes mejor que yo.

-La vanidad te encegueció y perdiste el rumbo. Tus caprichos y egoísmo ahora te costarán la vida.

La cabeza de aquél ejército improvisado eran los mercenarios del País Bermejo que Búho Rojo había traído consigo. Pero Máscara de Agua iba al frente, arengando a la gente y lanzándose sobre el peligro.

- Era tan solo una niña cuando me pusieron esa carga tan pesada. Y todos querían verme caer.

- Desde un principio no quisiste llevarla y la delegaste. Tu orgullo te impidió pedir consejos. Siete años han pasado y tu conducta no cambió.

Los rebeldes avanzaban decididamente sobre la calzada que llevaba al gran palacio, destruyendo todo lo que se encontraban a su paso.

- He logrado mantener al mundo en movimiento. La luz del Sol nos da su calor a todos. La Luna nos protege por las noches. Di mi sangre. Diles que no me maten.

-Trajiste mucho sufrimiento a los que debías llevar a cuestas. Derramaste y ofreciste sangre que no era tuya. Tu nombre será el de un monstruo y así te recordarán.

Todos los sirvientes habían escapado del palacio al ver a la muchedumbre enardecida.

- Desde que llegaste a mí, me has traído mala suerte. Tu sombra me ha tocado y me arruinó. Pero ¿ellos? Son inocentes…

- Muchos de los que mandaste matar también eran inocentes. Con tus propias manos les arrancaste la existencia.

La luz de las antorchas llegaba ya a los aposentos de la reina. Hubo una última petición.

-Te lo ruego. Sólo eso.